Pacho y el Dragón Azul

Contaba Toñito, un abuelo que vivió durante un siglo en un viejo poblado que fue aldea de indios y cargueros, y sitio de descanso obligado en el camino que conducía desde la capital de la provincia hasta un puerto fluvial, que en una tarde de invierno un carguero que transportaba a sus espaldas víveres y mercancías perdió el camino del río y terminó buscando refugio bajo la legendaria Piedra de El Marial.

Pasó allí una noche de fiebre e insomnio, en la cual tuvo sueños premonitorios semejantes a los del Padre José Dolores Giraldo, cuando la Divina Pastora le anticipó mediante sueños en este mismo lugar, que “un dragón azul se tragaría el poblado con todo y su gente hasta hacerlo desaparecer, a causa de su fe perdida”.

El extraviado carguero soñó aquella fría noche, que al pueblo llegaría de otro lugar, un joven Pastor con la decidida intención de llevar a todos los lugareños hasta el otro lado de un profundo lago, que lograba apreciar en su sueño rodeando la piedra que le había servido de guarida.

Curiosamente hace poco más de medio siglo llegó al pueblo, aquella antigua aldea de indios y cargueros, un cura procedente de las mismas montañas del Oriente de donde había salido el Padre José Dolores Giraldo, quien simplemente se presentó como Pacho.

Le correspondió a Pacho anunciarle a la comunidad, congregada en el templo durante la misa del domingo, que el pueblo desaparecía bajo un lago, para dar paso a una gran represa que se necesitaba para el desarrollo futuro de todo el país.

Sin entender mucho el argumento, fue entonces cuando los abuelos, entre ellos Toñito, recordaron  los sueños visionarios del cura y el carguero, y trataron de comprender a su manera la leyenda no resuelta del dragón azul.

A Pacho se le vio a menudo en actividades tan diversas como: ofreciendo cursos de capacitación a los jóvenes en temas de liderazgo; participando en convites con campesinos para la construcción de un camino de herradura en la vereda; invitando a la comunidad desde la tribuna eclesial, a defender sus derechos ante la eventual llegada de foráneos. Se supo además, que con mucha discreción apoyaba económicamente a líderes estudiantiles del pueblo, para  estudiar en la universidad.

Cuando llegó la hora de la verdad del dragón azul, un lago artificial que se tragaría al pueblo viejo por siempre, Pacho lideró la resistencia de la comunidad ante el forastero, que pretendía no sólo ocupar su territorio en medio de atropellos e injusticias, sino que a la vez quería hacer desaparecer la localidad del mapa del territorio nacional.

El trabajo decidido de la comunidad con la compañía de Pacho, permitió entonces que se aglutinara un nuevo poblado alrededor de la Iglesia, cuando ya se vio llegar el naufragio irreversible del pueblo viejo, que al final de sus días parecía un pueblo fantasma arrasado por una guerra, ante la demolición de sus casas centenarias como condición para el pago, y como exigencia del invasor protegido por las autoridades de entonces.

Nació así y  floreció un nuevo pueblo, con nuevas esperanzas y con otras formas de vida. Un pueblo completamente diferente, donde quizá haya mejores condiciones para el acceso a los servicios de salud, educación, comunicaciones,  pero que siempre traerá el recuerdo y la nostalgia del pueblo viejo de calles empedradas y apacibles, donde la gente vivía feliz a pesar de las limitaciones, hasta la pobreza a veces. Pero las nuevas generaciones han superado con creces la tragedia, convirtiéndola en oportunidad de crecimiento individual y colectivo, gracias al acompañamiento y la gestión abnegada de Pacho, a quien se debe la existencia de este nuevo pueblo.

Y cuando el dragón azul dio un día señales de debilidad lanzando profundos alaridos como consecuencia de un intenso verano, el pueblo viejo emergió entre sus ruinas, dando señales inequívocas de resistencia a pesar de los años. Fue cuando Pacho volvió allí, acompañado de un grupo de valientes campesinos, y levantó una enorme cruz sobre el lugar que ocupaba el altar del templo donde fueron bautizados los hijos y nietos de aquellos viejos abuelos, de los cuales quedaban pocos que recordaran toda la historia.

Pero un día Pacho llegó hasta El Marial. Después de medio siglo de haber llegado al pueblo viejo, después de cuatro décadas de haber enfrentado al dragón azul por primera vez, después de haber creado conciencia ciudadana bajo principios de equidad, justicia social, compromiso y participación comunitaria, llegó al sitio donde una vez soñaron esta historia el Padre José Dolores y un carguero descendiente de indígenas.

Llegó Pacho a la Piedra de El Marial para dejar allí, al lado de la Divina Pastora, un recuerdo de su legado, un testimonio de la fe y la esperanza de un pueblo que con orgullo se llama “la Fénix”, un ave Fénix que surgió de sus vestigios y sus ruinas, de las profundidades de un dragón azul, que los ingenieros de entonces llamaron embalse Peñol-Guatapé.

Y todo el país aprendió que esta historia no se podía repetir, nunca más. Que las comunidades merecen respeto. Y que el ser humano es el componente esencial del medio ambiente, por tanto debe ser protegido. Hoy esta historia es una lección aprendida después de 40 años.

Y Pacho aún vive. Vive por los lados de El Marial. Y vivirá en el alma y en los corazones de los descendientes de Toñito, quienes son los pobladores del Nuevo Peñol.

Autor: Julio Eduardo Zuluaga Usme

Comments are closed.

Visit Us On FacebookVisit Us On TwitterVisit Us On Youtube