Toñito y el Dragón Azul

TOÑITO Y EL DRAGÓN AZUL

La tranquilidad de la casa se vio interrumpida aquella tarde por la llegada de Toñito, el nieto menor de Don Juan Antonio.

-“¡Papito!”- entró gritando y corriendo torpemente al encuentro de los brazos de su abuelo, hombre de hacha y machete, oriundo del Viejo Peñol, quien acostumbraba a decir que lo mejor que supo hacer fue hijos echados pa’ lante y sin miedo a nada.

La barba de su abuelo pinchó su carita como de costumbre, y así, como todos los días, Toñito le dijo: “¡eso chuza buelito!, paleces un alambe de púa”. A Don Juan Antonio siempre le causaban gracia sus expresiones, sobre todo porque en la adquisición de la lengua, Toñito aún balbuceaba un poco el español y ese tono, ese uso a media lengua, era la mezcla de la ingenuidad e inteligencia de quien está descubriendo el mundo a través de las palabras.

Después del habitual ritual del saludo, Toñito fue llamado por su abuelita para que tomara “bogadera” y se cambiara el traje de escolar a uno más sencillo que le permitiera jugar; sin embargo, el plan para hoy no era ese precisamente…

Pronto, Toñito retornó a la sala en donde se encontraba su abuelo e  interrumpió su café de media tarde. Acomodándose en sus piernas, como quien quiere pedir algo, comenzó a narrarle sus aventuras escolares del día y la duda que le albergaba en la cabeza y que lo tenía abismado, una inquietud que sentía, sólo su abuelo podría responder:

-“papito, papito, “¿es veldad que al Peñol se lo Tragó un dagón azul?”

Inmediatamente, la pregunta removió en Don Juan Antonio los sentimientos de nostalgia y angustia, y recordó cómo por allá en los setenta se cumplían las palabras del padre José Dolores Giraldo, quien anunció en el viejo pueblo que había visto en sus sueños a la Virgen Divina Pastora profetizándole que un dragón se tragaría al Peñol. No obstante, no quiso que ese atisbo a la memoria interrumpiera el momento y primó su atención en lo que Toñito quería contarle; entonces, ante la pregunta, le dijo: “Mijo, por Dios, “¿usté de dónde saca tanta cosa?» ¡Ah!

-“Si buelito, la profesora Sandra dijo hoy en el museo”

Don Antonio lo miraba con ternura, y le replicó: “Haber Toñito mijo, contáme qué fue lo que te dijeron pues”

-“Bueno buelito, que un día un dagón estaba por ahí buscando dónde vivir poque etaba muy tiste cholito y vio un lugar muy bonito que se llamaba el Peñol, así como aquí buelito, y entonces que se fue a vivir allá, pero como era muy gande ya la gente no cupió en el pueblo y se tuvieron que ir”

Era innegable regalarle sonrisas a Toñito mientras contaba una historia tan rebuscada acerca del dragón que se tragó al pueblo, pero Don Juan le permitía seguir desplegando su creatividad y en vez de corregirlo le hizo una pregunta que le daría continuidad a su relato: “oíste Toñito, debió ser muy malo pues ese dragón! ¡Es que dejar la gente sin casa! ¿O vos qué crees?

-“ah!, no buelito, lo que pasa es que el dagón estaba muy tiste y la gente lo entendió y entonces lo dejaron vivir allá y todos mejor se fueron pa otla casa, poque igual el dagón se tlagó todo eso allá y el dagón azul quedó debajo del agua de la lepesa donde tú y yo hemos ido a pescal, ¿si sabe dónde papito?”

Don Antonio asentó con la cabeza, mientras que desde la cocina llegaba el eco de un regaño para Toñito: -“muchacho de por Dios, en vez de estar hablando tanta bobada vaya a hacer tareas o a jugar, deje al abuelito que necesita reposar” Era su tía Mercedes, quien con cariño era llamada Mechas por toda la familia, la única hija soltera que se había quedado en casa cuidando de sus longevos padres. Un poco recelosa por el tiempo de descanso que le robaba a su padre, vino a llamar la atención del niño que inocentemente contaba una historia que ameritaba otra:

-“vea mija” dijo Don Juan Antonio, “deje que el niño está curioso y todo lo quiere aprender, no me molesta, al contrario me gusta que este muchacho sea tan entrometido”

-“ja” ¡si ve tía Mechas, le jalaron la mecha!” dijo Toñito al compás de una profunda sonrisa que dejaba entrever sus cinco añitos y un par de dientes de leche caídos.

El espacio se había prestado entonces para que Don Juan Antonio se levantara y sacara del bife del comedor un álbum viejo que le ayudaría a ilustrarle un poco a Toñito la historia del viejo Peñol y del dragón del que algún día había hablado el padre José.

A continuación, desempolvó el álbum, y comenzó a desplegar las hojas que contenían la memoria de la familia, un invaluable arsenal de recuerdos que le permitiría a Toñito conocer un poco más de la historia de su familia.

-“Mirá Toñito, esos éramos tus abuelitos cuando no teníamos arrugas, tus tíos y tías y tu mamá, la más chiquita, cuando vivíamos en el pueblo viejo, en la calle principal, la que llamaban la pavimentada. Eso fue en 1977, ya hace mucho tiempo mijo”

-“muestre bien papito, yo quiero ver”

Don Juan Antonio extendió el álbum en la mesa, y Toñito se perdía en aquellos registros fotográficos preguntándose tantas cosas, hasta que dijo: “oiga papito, ¿cómo así que cuando vivían en el pueblo viejo? ¿Es que hay un pueblo viejo y uno nuevo?”

-“Claro que sí mijo, y ese pueblo viejo fue el que quedó debajo de la represa, donde según tu historia vive el dragón azul.”

“-¡Ay papito! ¿En serio? ¿Entonces en la lepresa sí vive el dagón azul?”

-“pues Toñito, cuando vivíamos en el pueblo viejo, un padrecito llamado José Dolores Giraldo nos dijo que la virgencita Divina Pastora se le había presentado en un sueño para decirle que al pueblo se lo tragaría un dragón, pero realmente, lo que pasó fue que llegó EPM con un proyecto para inundar el pueblo y hacer una hidroeléctrica y así fue como todos tuvimos que salir de allí para un nuevo lugar que fue éste en el que ahora vivimos, y pues dicen que las aguas que inundaron hacen la forma de un dragón en la extensión de la represa, pero eso sólo se ve desde el cielo”

-“jummm buelito, yo no le entendí casi nada pero ya sé que el dagón si fue develdad, poque uted dice que desde el cielito se ve”

Don Juan Antonio estallaba en risas pero se conciliaba con su historia mientras nuevamente la recordaba, ahora con quien sería el más pequeño de su familia. Quizás todavía Toñito no entendería mucho, pero seguramente jamás olvidaría este día en el que pudo conocer un poco más de quién era su familia.

-“Y sí mijo, llegó ese proyecto y todos comenzamos a desesperarnos porque no queríamos que El Peñol se acabara como pueblo, entonces estuvimos en protesta, el padre Pacho nos ayudó mucho en eso, eso sí, nunca nos dejamos meter los dedos en la boca, todos estábamos muy conmocionados porque queríamos mucho al pueblito, además allá habíamos nacido nosotros y nuestros hijos, ¿cómo nos iban a sacar así? Oiga, y eso cada día que pasaba con el agua hasta el cuello, y nosotros luchando para lograr la construcción de un nuevo poblado”

“oiga buelito, pero sí los sacaron ¡Y allá se quedó viviendo el dagón! ¿Cierto?”

-“jajajaja, pues sí mijo, pero fíjese que el pueblito no murió porque acá estamos, en el Nuevo Peñol, mire acá estas fotos de cuando nos trasteamos todos, eso apenas estaban haciendo bien las calles y uno acomodando sus corotos y los de sus muchachos pa’ empezar de nuevo”

-“papito, ¿entonces estenalon casita?”

-“Toñito, estrenamos casita y nueva vida, porque yo ya no sabía qué hacer pa’ alimentar este familión” al terminar la expresión Don Antonio comenzó a toser con tanto ahínco que volvió a la sala Mechas con un enojo espasmódico en el rostro, pero al ver a Toñito echándole aire a su abuelito con sus pequeñas manos, se conmovió tanto que pronto se acercó con un vaso de agua y prefirió sumarse al momento sentándose al lado de su padre quien después de calmarse un poco, continuó su historia.

– “Se acuerda mija, ustedes me ayudaban en el campo, sembrando cabuya y maíz en esas tierras fértiles. Pero cuando llegamos aquí,  yo ya no sabía pa’ dónde iba a coger a trabajar”

Mechas compartía con su padre la mirada pesarosa al recordar aquellos días en los que para todos fue tan difícil abandonar su vida a favor del progreso. “Si apá, pero vea, eso nos ayudó a ser bien verraquitos, como usted dice, eso rapidito nos adaptamos y acá estamos gracias a Dios”

Toñito, como extranjero en tierra, poco entendía de las palabras que cruzaban su tía Mechas y su abuelito, entonces se atrevió a interrumpir el emotivo instante para decir: “oiga papito, y ¿entonces ute ayudó a constui este nuevo pueblo?”

-“Claro que sí Toñito, todos los que nos trasladamos a este nuevo lugar renacimos, fuimos un pueblo con voluntad de vivir, entonces fuimos muchos los que ayudamos a levantar casas, el templo Roca, y comenzamos a luchar por la escuela León XIII pa’ que esos muchachos no estuvieran de un lao pa’ otro, que de la cabecera nueva a la vieja, eso nooo! Y bueno, así fuimos edificando acá mientras que allá  demolían casas pa’ vaciar el agua rápido. También pasamos nuestros muertos pa’l cementerio nuevo, hicimos la nueva plaza de mercado, el hospital, y todos los lugares que son tan importantes en la construcción de un municipio”

-“Toñito, y así fue como papá consiguió un nuevo trabajo” dijo la tía Mechas. Y todos aprendimos el arte de la construcción a su lado.

Toñito apenas abría sus pepas de ojos, sorprendido de todo lo que escuchaba, porque aunque no fuera aún tan claro para él el discurso de su abuelo, sí alcanzaba a dimensionar su importancia.

-“papito, y entonces ¿usté le hizo la casa a la gente que llegaba?”

-“Claro que sí mi Toñito, y con el tiempo, fui haciéndole fincas a las gentes nuevas que llegaban a estas tierras encantados con la represa; decían que teníamos un mar adentro, ¡imagínese pues!… entonces aquí empezó a progresar todo, aunque nos costó, pero comenzamos a ver crecer esto pa’ todos los lados”

Su tía Mechas complementaba: “Vea Toñito estas fotos del abuelito haciendo fincas en la vereda la Cristalina, ¡uste’ ha ido por allá con los papás! Y  en esta otra foto, mi papá trabajando en la construcción del Hotel Los Recuerdos”

Don Antonio interrumpió y dijo: “eso sí que atrajo a la gente, un hotel pa los ricos de Medellín, bueno, jajaja! Y de todas partes… Y ni qué decir de la piedra del Peñol, eso siempre ha sido un espécimen, un símbolo destas tierras; y como dice mi Mechas, acá estamos gracias a Dios, no nos fuimos pa ningún lado, nos quedamos en nuestro terruño y aprendimos a salir adelante y estos muchachos aprendieron a no tenerle miedo a nada”

-“oiga buelito, ¿y no le tenían miedo ni al dagón azul que se quedó debajo de la leplesa?”

-“este Toñito con las que sale” expresó Mechas mientras su padre la miraba giñándole un ojo, indicándole con esto que no pusiera en menor importancia los comentarios del niño.

-“Si mijo, ni al dragón azul le teníamos miedo porque antes ese nos regaló un paisaje muy bonito, y la gente comenzó a venir aquí para conocer, y entonces el Peñol se hizo tan turístico que empezó a haber trabajo hasta pa’ la gente que se venía pa’ acá a vivir, nuevos vecinos que acogimos muy bien, porque a la gente hay que quererla Toñito, y respetarla”

-“jum! Mire buelito que yo tampoco le tengo miedo a nada, ¡ni al dagón azul!” Y se paró Toñito, levantando sus pequeños brazos y doblándolos con expresión de fuerza, añadiendo muecas y golpes al aire: ¡pow-pow! Como queriendo demostrar que hacía parte de su linaje, de los que no le tienen miedo a nada. Mientras hacía esto, observó al final del álbum una fotografía de la familia en la escultura del Ave Fénix, lo que inmediatamente lo hizo preguntarse por ella. “oiga papito, ¿y todos poque etan ahí palaos?”

-“Toñito, estábamos bastante contentos con una condecoración que nos hicieron como pueblo, fuimos llamados la Fénix del oriente, y trajeron esta bella estatua que continúa puesta allá arriba cerca a la plaza”

-“ah! sí buelito pero ¿qué es eso buelito?”

La tía Mechas ya andaba preocupada y sudaba con cada pregunta adicional que sacaba Toñito para su abuelo, sabía que su viejo se desgastaba, ya sus pulmones no andaban tan buenos para conversar tanto; quiso interrumpir para terminar ahí la conversación, pero nuevamente Don Juan Antonio se lo impidió.

-“Vea mija, si está muy cansada vaya descanse, que yo al niño le voy a terminar de contar”

-“Si tía, ¡no sea así!” decía Toñito ansioso de escuchar esta última respuesta.

Mechas prefirió retirarse a rezar el rosario, no sin antes irse diciendo: “¡hombres tan tercos, Virgen Santísima dame paciencia pues!”

Ya nada podía interrumpir más aquel encuentro generacional donde las historias, y con ellas las tradiciones, la riqueza cultural y moral, iban integrándose al ser de Toñito.

-“Papito cuente pues que ya se fue la tía”

-“Mijo, esa ave fénix que pusieron ahí significa que nosotros volvimos a surgir de las aguas, que no nos derrotaron, que no nos rendimos, que nos negamos a desaparecer, ¡que fuimos más fuertes!”

-“buelito, y esa ave ¿vuela de veldá?”

-“Si mijo, ¡claro! pues eso dicen…” terminó diciendo Don Juan Antonio, quien comenzó a bostezar insinuando el sueño que regularmente lo agarraba a eso de las seis de la tarde. Toñito imitó el bostezo de su abuelo y entre el sueño y el desvelo trataba de seguir preguntando sobre el ave fénix, hasta que comenzó a galoparla y se fue con ella a sobrevolar las aguas de la gran represa en la que, desde el cielo, como dijo su abuelito, se dibuja aquel gran dragón azul que aguarda los secretos y recuerdos de su familia, la echada pa’ lante, la que no le teme a nada”                                   

Autora: Diana María Jaramillo Gómez

¡Una aficionada, una enamorada de las historias!

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