Un Cuento de Diez Años
Los calendarios de entonces repetían en cada hoja desprendida que corría el año 2008. Le había sonado la cosa, le había interesado el asunto: escribir un cuento. Se sentó y garabateó tres palabras Esta es mi historia. Y se dejó llevar…, y voló por los espacios de la imaginación. Y encontró sentido a su vida y entonces se preguntó de dónde venía, por qué estaba allí y escribió. Primero unas líneas, después un párrafo e hiló palabras para llegar al texto. Cuando llegó al final, empacó sus cosas y entregó sus hojas. Días después la voz del jurado le anunció su logro, y recibió su premio y quedó para siempre inscrito en la lista de los más grandes. Había ganado el primer puesto de aquel concurso convocado por la mano amiga. A partir de allí, se convirtió en escritor, tomó la pluma cada año y se aventuró en el delicioso oficio de escribir. Y de escribir para su pueblo, para El Peñol, para su gente. Y vino su deseo: Ojalá se vaya la luz, para que la penumbra invitara al recuerdo. Y pensó si sería él mismo a cada año y para cada tema renacería con más fuerza como el ave Fénix. Si lo haces al derecho, reclama tus derechos, fue la propuesta y de nuevo llenó sus hojas antes blancas con frases que invitaron a la sana convivencia y al ejercicio de la libertad. Sin género, sin sexo, el ser humano es uno solo. El escritor se puede desdoblar y aunque cada año parezca diferente, es solo eso: el escritor. A Gustave Flaubert se le atribuye la frase “Madame Bovary soy yo”, porque el que escribe asume posiciones tal vez esquizofrénicas, asexuadas. Tampoco está condicionado al tiempo, lo trasciende y es capaz de ver a su pueblo y a su gente en el futuro y por eso ve y escribe El Peñol y su gente en el año 2030. Nuestro escritor, que cambia de nombre a cada año, recorre su pueblo, va por los bares y cantinas, sale a las veredas y sufre con los que sufren ve a su gente hundida en sus problemas, en sus vicios y no se resiste a volver a sus escritos que son la panacea, escribir es soñar, soñar es esperar y con la esperanza vamos saliendo del fango que nos impide el progreso personal y social.
Un nuevo día, un nuevo sol. Las calles del pueblo se llenan de luces y de flores. Esta vez se trata de celebrar y los paisanos se aprestan a festejar un nuevo cumpleaños. Pero este año tiene un sabor a centenarios. Son tres. Y El Peñol, Un patrimonio cultural con 300 años de glorias, sacrificios y saberes, inspira al escritor de nuestro cuento. Él va preguntando de aquí a allá, habla con el joven, con el anciano, visita bibliotecas y llena sus papeles blancos con notas que hablan de leyendas, de sitios idílicos, de acontecimientos y de personajes. No en vano han pasado cien, doscientos y trescientos calendarios. No en vano su pueblo se ha sumergido para empollar el ave que abre sus alas al nuevo amanecer. Un pueblo nuevo que no teme a los recuerdos y cuya historia se forjó con los golpes de labranza. No importa si algún día se apagarán las redes o faltará la energía eléctrica, pues ese día sin conexión será capaz de volver a sus valores básicos, a sus familias y sus charlas nocturnas a la luz de las velas y al calor del chocolate. El escritor entonces se viste con paisajes, los pájaros le hablan, las montañas lo arrullan y las cascadas le susurran: “Cuéntale al mundo donde vives”, abre tu cuaderno y escribe a cada día, escribe para propios y para los extraños, háblales de El buen turismo y la construcción de progreso en El Peñol. No guardes tu pluma, caminante, escritor. Hay historias, recuerdos, parajes y caminos.
Y… Al final de la tarde, después de diez años de letras, de palabras, este ser con mil rostros reposa en su grandeza, este ser que en un año habitó en el cuerpo de un hombre y cuando quiso fue dama y niño y viejo, este escritor hizo pausa en el camino, se acomodó en la piedra, esa más alta, en la roca cerca al cielo, y desde allí contempló su villa, los arados, las quebradas, los parques, las personas y suspiró diciendo: “Mi nuevo Peñol 40 años ¿Qué ha pasado?” Entonces ocurrió lo inesperado: desde la piedra, las hojas volaron, impregnadas de letras, de diez años de cuentos. Y las hojas…como extraño milagro, se convirtieron en palomas blancas, surcaron el cielo y volaron sobre el pueblo, sobre ancianos y niños que reían felices al verlas pasar como mensaje de una paz que llegaba desde el cielo.